Las nuevas tecnologías de información y comunicación están mostrando su gran potencial para redefinir nuestras democracias y cambiar cómo los ciudadanos perciben sus compromisos democráticos.

Los ejemplos de tecnologías de votación desplegadas con éxito para aumentar la participación democrática son particularmente prolíficos en, pero no limitados a, Europa Occidental y Norteamérica.

  • En Suiza, que es una democracia directa, la población local puede influenciar las actividades del gobierno a través de iniciativas y referendos. Los ciudadanos hacen valer sus opiniones en el ámbito federal, cantonal y comunal.
  • El caso de la plataforma Demoex en Suecia en 2000, es otro ejemplo. Educadores y estudiantes crearon un experimento mezclando la democracia directa y representativa para permitir a los ciudadanos de Estocolmo comentar y votar sobre temas locales. Luego crearon el partido Demoex, que ganó escaños en el consejo de la ciudad basado en las decisiones de la mayoría de la plataforma en línea.
  • En Chile, la comuna de Maipú en Santiago lanzó en 2015 un proyecto de presupuesto participativo para empoderar a los ciudadanos locales. “Tu barrio gana” fue un proyecto destinado a que los votantes formaran parte del proceso de asignación de recursos. Los ciudadanos de Maipu, desde los 14 años de edad podían votar directamente en una plataforma multicanal.
  • Democracy Earth también representa otro esfuerzo para construir una plataforma de democracia más participativa. Ellos preveían “una democracia global impulsada por el blockchain, en lugar de la gobernanza desde países individuales. La tecnología manejaría de manera segura la identidad, el voto y la representación, reemplazando los pasaportes y las elecciones tradicionales, y permitiendo a las personas tomar decisiones en el ámbito mundial”.

Por otro lado, países como Australia, Escocia, Alemania o el Reino Unido ya han adoptado sistemas de peticiones electrónicas para ampliar la voz de los ciudadanos y presionar al gobierno para que actúe.

En el Reino Unido, unas 100.000 firmas podrían permitir iniciar un debate parlamentario.

A medida que evolucionen las tecnologías de autenticación, es probable que veamos que las peticiones pasen a una forma más directa de democracia en la que se convierten en mandatos.

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