La reducción en la participación electoral se ha convertido en una preocupación mundial y en un patrón constante en las elecciones de los últimos treinta años.
De acuerdo a la base de datos de la participación electoral desarrollada por el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA por su sigla en inglés), “la participación electoral global fue bastante estable entre los años 1940 y los años ochenta. Luego pasó a caer abruptamente para alcanzar el 66% durante el período entre 2011 y 2015”. La base de datos muestra que en la actualidad casi la mitad de los países del mundo tienen una participación electoral del 60 al 79 por ciento, pero los números están cayendo en picada.
Algunos expertos sostienen que la disminución de la participación electoral es una señal de “los problemas profundos que enfrentan las democracias” [1] o como afirma Pascal Delwit en ¿El fin de los votantes en Europa?, “La comunidad científica y los políticos se han alarmado regularmente por la participación política y electoral , reflejada en un declive brutal y lineal”.
Sin embargo, la forma en que se miden las tasas de participación también puede ofrecer múltiples perspectivas. La participación electoral puede medirse en función a la población en edad de votar (VAP), la población elegible para votar o los votantes registrados. Dado el caso de los Estados Unidos, “aquellos que sostienen que una democracia sana necesita una alta participación de votantes mirarán a la población en edad de votar o a la población elegible para votar”. [2] Pew Research afirma que 55,7% de la participación VAP en las elecciones de 2016 coloca al país muy por detrás de la mayoría de sus pares en la OCDE.
La participación electoral puede verse afectada por una multitud de factores. Entre los argumentos más comunes se encuentra el cambio de residencia de los votantes, la apatía del electorado, los mecanismos de voto complejos y / o rígidos, la desconfianza en el proceso político y el nivel percibido de corrupción, la adversidad económica (las dificultades económicas pueden llevar a la gente a retirarse de la política y centrarse en cumplir sus obligaciones y necesidades básicas) y la fatiga de los votantes (cuanto menos tiempo hay entre elecciones, menor es la participación).
Curiosamente, la edad es uno de los factores más consistentes que afectan la participación electoral. La mayoría de los investigadores sostienen que la apatía de los votantes jóvenes se está convirtiendo en una preocupación global. El documento de IDEA sobre la participación de los votantes muestra que “los que tienen entre 18 y 25 años son los que tienen menos probabilidades de votar, mientras que los de 65 a 74 son más proclives a participar”. Algunas razones podrían ser que se mudan con frecuencia; están menos comprometidos con el gobierno y la política; o también porque “para algunos votantes jóvenes, el gobierno es solo un concepto distante en lugar de ser una preocupación cotidiana”[3].
Sin embargo, no todo parece perdido cuando se trata de las bajas tasas de participación electoral. Algunas de las soluciones ofrecidas por los expertos en elecciones incluyen, en primer lugar, contemplar introducir del voto obligatorio. La base de datos antes mencionada muestra que entre los 26 países con votación obligatoria “12 (46%) se encuentran en la parte superior de la lista, con tasas de participación por encima del 81%”. Australia es a menudo entre los 20 primeros con la mayor participación electoral. La votación, como los impuestos y los deberes judiciales, es obligatoria para los australianos. Bélgica y Turquía también tienen leyes de votación similares, que les ayudan a alcanzar un VAP que va de 87% a 86%.
Otras formas posibles de mejorar la participación de los votantes son facilitar los procedimientos de inscripción de votantes (es decir, el registro automático de votantes, Suecia y Alemania registran automáticamente a sus votantes y tienen un 83% y 66% de participación electoral, respectivamente); hacer la votación más flexible y accesible (incluida la disponibilidad de tecnología electoral y múltiples opciones para la votación anticipada); la planificación de elecciones concurrentes (cuando varias elecciones tienen lugar el mismo día, la participación es mayor); analizar cómo involucrar mejor a los votantes jóvenes (incluyendo sus preocupaciones en las campañas políticas, conectarse con ellos a través de la tecnología, etc.); y mejorar no solo la participación pública en la democracia, sino también garantizar la satisfacción de los derechos humanos y la situación socioeconómica de los votantes.